Mi padre salió del trance y la expresión regresó a su
rostro. Otra expresión, no la de antes. Sus ojos brillaban y una gran sonrisa
se dibujaba en su cara. Sin decir palabra recorrió la breve distancia que nos
separaba físicamente y me abrazó por primera vez en toda mi vida. Luego rompió
el silencio dirigiéndose a Na-Y, -no sé quién eres y no me puedo aun explicarme
como esto está sucediendo, pero me has quitado un peso que cargaba desde hace
mucho tiempo- dijo emocionado y luego, con el gesto de quien recuerda algo
súbitamente, salió en carrera de la habitación diciendo- tengo algo que creo
que deben tener. Na- Y sonrió y me dijo muy quedo “es momento que tengas el
sello”. Antes de que ludiera articular palabra, mi padre regresó y me entregó
una pequeña cajita de madera. Al abrirla encontré una moneda, al parecer de
oro. La cara a vista tenía grabada una especie de cruz, una suástica delgada
cuyos extremos, que apuntaban a la izquierda, parecían coronados por 3 pequeñas estrellas.
Al reverso tenía grabada una espiral de fuego. La dirección de la espiral era
en contra de las manecillas del reloj. Ella la tenía apretada entre sus manos
el día en que naciste-dijo mi padre-, a ella se le fue dada como parte del
pacto que hizo- dijo Na-Y- y ahora llega a tus manos, en los próximos días se
te revelará el uso que debes darle, ahora es tiempo de descansar, porque mañana
nuestro viaje continua. Ya solo y recostado en mi habitación tomé la moneda entre
mis manos y la puse pegada a mi pecho. Un calor y una luz intensos empezaron a
desprenderse de ella, tan fuerte que tuve que soltar la moneda y dejarla sobre
mi pecho. En la intensa luz se formó, como holograma, el rostro de mi madre,
quien con una voz dulce me dijo- el fin de la polaridad está cerca, para que
eso suceda deja que el sello te guíe al sexto sitio, ahí te reunirás con los
otros 3 elegidos, que tu juego interior nunca repose. En un instante el calor y
la luz desaparecieron y me dejaron sumido en un profundo sueño.
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