domingo, 20 de enero de 2013

La noticia



Un ligero ardor en el pecho me despertó. La moneda de oro aún brillaba cuando la tomé de nuevo entre mis manos e instintivamente la guarde en un bolsillo de mí pantalón. En su lugar quedó una especie de tatuaje con la espiral de fuego. Al levantarme me di cuenta que aunque estaba en mi habitación, esta lucía diferente. En lugar de estarme levantando de mi cama, estaba despertando en un viejo sillón tapado por completo con una sábana; alrededor estaban apiladas cajas. Las paredes estaban vacías y de un color distinto. Estaba preguntándome si estaba dentro de un sueño, o si este era otro de mis viajes cuando escuche ruidos afuera, entonces abrí un poco la puerta para ver que mi madre salía de su habitación y recorría el pasillo  hacia la cocina. Caminé por el pasillo siguiendo sus pasos. Al pasar por la puerta del cuarto de mis padres me di cuenta que la puerta estaba abierta. Al asomarme pude ver a mi padre aun recostado en su cama. Continué mi paseo hacia donde mi madre se encontraba. Al entrar al área social de mi casa, pude ver a mi madre tomando un morral colgado en un perchero y saliendo de la casa. Sin pensarlo salí detrás de ella.  Las calles del Barrio de Santa Lucía estaban tan tranquilas como siempre y el flujo vehicular estaba tranquilo como cada mañana cuando yo salía hacia la escuela. Caminando tras mi madre, a una veintena de pasos, vi como giró a la izquierda en la biblioteca. Unas cuadras adelante se detuvo en el parque como dudando hacia donde dirigirse.  Caminó primero como si se dirigiera hacia uno de los comercios u oficinas que se encontraban en uno de los 24 arcos de la ele que flanqueaba el parque, pero se frenó y corrigió el rumbo hacia el centro de la plaza. Ahí, junto al quiosco central se detuvo a mirar un improvisado puesto de periódicos apostados en el piso. Tomo entre sus manos un ejemplar y lo desdobló. Su mano lo recorrió de arriba abajo y se detuvo en la parte baja. Unos segundos después lo regresó a su lugar desdoblado y siguió su camino. Entonces aceleré mi paso tratando de leer lo que había llamado su atención, sin perder de vista a mí madre En la primera plana pude leer, 3 encabezados. El primero entrecomillaba la frase “Nunca más la guerra”. A un lado se desplegaba la foto de un Papa; el segundo decía que el santo sudario se había salvado de un incendio y, por último, al final de la página el tercero, resaltaba una noticia: Voces en Chichen Itzá. Un señor gordo vestido de gala aparecía a un lado. Antes de seguir los pasos de mi madre subí de nuevo la mirada. La fecha que registraba el diario era 13 de abril de 1997.

No hay comentarios:

Publicar un comentario